miércoles, setiembre 27, 2006

Y el derecho de las víctimas, ¿dónde está?

¿Y el derecho de defensa de las víctimas? ¿Y su derecho a la igualdad antela ley?
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Escrito por: Marlene Román
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A partir de mayo de 1992, la vida del señor Angel Campusano Córdova y la de su familia se volvería un infierno interminable. Aquel mes, efectivos policiales ingresaron violentamente a su vivienda en la ciudad de Huancayo.
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Allí, en frente de la familia colocaron folletos senderistas en uno de sus estantes así como material explosivo en un tacho de basura. Frente al asombro, rabia e indignación de lo presentes, procedieron a acusar al señor Camposano de subversivo y se lo llevaron detenido.
Dias más tarde, su hija, Iris Camposano Medina, de 17 años - que había identificado y denunciado a los policías que sembraron pruebas en su vivienda -, fue secuestrada en horas de la madrugada por hombres encapuchados. Su cuerpo fue hallado días después con siete balazos en el cuerpo. Mientras indagaba por el paradero de Iris en las dependencias policiales deHuancayo, su madre, la señora Irma Medina fue detenida por policías y subida a un auto en donde fue encapuchada y golpeada fuertemente en la cabeza.
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Cuando todo esto pasaba, el señor Lidio pasaba sus infernales días recluido en un penal de Huancayo, en donde permaneció injustamente detenido por el delito de terrorismo hasta que fue liberado, dos años después.
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En el año 2000, ya en Lima, el señor Camposano volvió a ser detenido por un problema de requisitoria. Un año después, fue absuelto por la Sala Nacional de Terrorismo, organizaciones delictivas y bandas, en su sentencia del 10 de agosto del 2001 (Exp. N° 207-01-T).
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Actualmente, su esposa está a punto de perder la visión. Los golpes que le propinaron los policías aquel año le provocaron constantes dolores de cabeza y problemas a la vista, los que no pudo tratar por falta de recursos.
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Por temor en un inicio, y por falta de recursos después es que el señor Camposano no denunció ante el Ministerio Público sus encarcelaciones injustas, ni el asesinato de su menor hija, así como tampoco las lesiones graves provocadas a su esposa. Ahora, parece verse obligado a renunciar a alcanzar justicia. "No tenemos a veces ni para comer, ¿cómo podríamos meternos a denunciar?", comenta.
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El señor Camposano y su familia forman parte de este gran universo de víctimas que no cuentan con ningún tipo de defensa. ¿Cómo podrían hacerlo si son pobres, la mayoría analfabetos y quechuablantes, abandonados históricamente por el Estado, cuya principal preocupación es la desobrevivir día a día?
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Nuevamente, los derechos de unos valen más que los de otros. Las víctimas son tan ciudadanos como aquellos efectivos militares y policiales acusados de cometer crímenes contra la humanidad, a los que ahora el Gobierno les asignará defensa particular, "separando la paja del trigo" según han anunciado. Pero a ellos, los familiares y las víctimas, el Estado parece darles una vez más la espalda, y el Gobierno asigna apenas 15 millones de soles para paliar su dolor. La justicia, señores, también es parte de esa reparación integral a la que tienen derecho. En muchos casos, la única por la que se mantienen luchando.
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La Constitución señala en su artículo 2, inciso 2 que toda persona tiene derecho a la igualdad ante la ley. Por desgracia, este Gobierno - ¿era de esperarse otra cosa? - parece querer atropellar, por segunda vez, derechos fundamentales de ciudadanos tan peruanos como cualquiera.
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Así las cosas, sólo nos queda trabajar arduamente para que las víctimas puedan tener acceso también a garantías de justicia, de una verdadera y ejemplarizadora justicia. Quienes hemos venido acompañándolas en su clamor por verdad, justicia y reparación, tomamos partido principalmente por ellas, aunque sea imposible asumir la defensa de las miles que existen.
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Habrá que buscar otras formas de lograr que la justicia pueda ser para todos. Mayúscula tarea.
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P.D. Acá la última caricatura del analista político Carlín que resume lo expuesto.
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jueves, setiembre 21, 2006

Víctor Jara, la voz de un pueblo

Escribe: Boris Navia Pérez
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"¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!". Gritó el oficial apuntando con su dedo a Víctor Jara, quien junto a unos 600 profesores y estudiantes de la UTE ingresábamos prisioneros con las manos en la nuca y a punta de bayonetas y culatazos al Estadio Chile, la tarde del miércoles 12 de septiembre de 1973. Era el día siguiente del golpe fascista. El día antes, el 11, Víctor debía cantar en el acto que se realizaría en la UTE, donde nuestro rector Enrique Kirberg recibiría al presidente Allende, quien anunciaría el llamado a plebiscito al pueblo de Chile. Sin embargo, la voz de Allende fue apagada en La Moneda en llamas y la guitarra de Víctor quedaría allí, destrozada por la bota militar en el bombardeo de la UTE, como testimonio más de la barbarie fascista.
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"¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!". Repitió iracundo el oficial. Casco hasta los ojos, rostro pintado, metralleta al hombro, granada al pecho, pistola y corvo al cinto, balanceando su cuerpo tensado y prepotente sobre sus botas negras.
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"¡A ese huevón! ¡A ése!". El soldado lo empuja sacándolo de la fila. "¡No me lo traten como señorita, carajo!". Ante la orden, el soldado levanta su fusil y le da un feroz culatazo en la espalda de Víctor. Víctor cae de bruces, casi a los pies del oficial.
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"¡Che, tu madre! Vos sos el Víctor Jara huevón. El cantor marxista ¡El cantor de pura mierda!". Y, entonces, su bota se descarga furibunda una, dos, tres, 10 veces en el cuerpo, en el rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con sus manos (ese rostro que cada vez que lo levanta esboza esa sonrisa, que nunca lo abandonó hasta su muerte). Esa misma sonrisa grande con que cantó desde siempre al amor y a la revolución.
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"Yo te enseñaré hijo de puta a cantar canciones chilenas, ¡no comunistas!".El golpe de una bota sobre un cuerpo indefenso no se olvida jamás. El oficial sigue implacable su castigo, enceguecido de odio, lo increpa y patea. La bota maldita se incrusta en la carne del cantor. Nosotros, apuntados por los fusiles contemplamos con horror la tortura de nuestro querido trovador y pese a la orden de avanzar nos quedamos transidos frente al horror. Víctor yace en el suelo. Y no se queja. Ni pide clemencia. Sólo mira con su rostro campesino al torturador fascista. Este se desespera. Y de improviso desenfunda su pistola y pensamos con pavor que la descerrajará sobre Víctor. Pero, ahora le golpea con el cañón del arma, una y otra vez. Grita e increpa. Es histeria fascista. Y, entonces, la sangre de Víctor comienza a empaparle su pelo, a cubrirle su frente, sus ojos. Y la expresión de su rostro ensangrentado se nos quedaría grabada para siempre en nuestras retinas.
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El oficial se cansa y de pronto detiene sus golpes. Mira a su alrededor y advierte los cientos de ojos testigos que en una larga hilera lo observan con espanto y con ira. Entonces, se descompone y vocifera.
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"¿Qué pasa huevones? ¡Que avancen estas mierdas¡ Y a este cabrón' se dirige a un soldado, "me lo pones en ese pasillo y al menor movimiento, lo matas! ¿Entendiste? ¡Carajo!
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El Estadio Chile se iba llenando rápidamente con prisioneros políticos. Primero, 2 mil, luego seríamos más de 5 mil. Trabajadores heridos, ensangrentados, descalzos, con su ropa hecha jirones, bestialmente golpeados y humillados. El golpe fascista tuvo allí, como en todas partes, una bestialidad jamás vista. Las voces de los oficiales azuzando a los soldados a golpear, a patear, a humillar esta "escoria humana", a la "cloaca marxista", como lo espetan.
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Hasta hoy día la gente nos pregunta si los miles de prisioneros del estadio presenciaron estas torturas de Víctor y la respuesta es que sólo unos pocos, sus compañeros de la UTE y los más cercanos, ya que el destino y la vida de cada uno estaba en juego y, además, el Estadio Chile era un multiescenario del horror, de la bestialidad más despiadada.
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Allí arriba un oficial le cortaba la oreja con su corvo a un estudiante peruano, acusándolo por su piel morena de ser cubano. Allá, un niño de unos 12 años, de repente se levanta de su asiento y llamando a su padre corre enloquecido entre los prisioneros y un soldado le descarga su ametralladora. De pronto un soldado tropieza en las graderías con el pie de un obrero viejo y El príncipe, que así se hacía llamar uno de los oficiales a cargo, desde lo alto de los reflectores que nos enceguecían, le ordena que le golpee y el soldado toma el fusil por su cañón y quiebra su culata en la cabeza del trabajador, que se desangra hasta morir. Un grito de espanto nos sobrecoge.
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Desde lo alto de la gradería, un trabajador enloquecido se lanza al vacío al grito de ¡Viva Allende! y su cuerpo estalla en sangre en la cancha del estadio. Enceguecidos por los reflectores y bajo los cañones de las ametralladoras, llamadas "las sierras de Hitler", siguen llegando nuevos prisioneros.
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Víctor, herido, ensangrentado, permanece bajo custodia en uno de los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento, con prohibición de moverse. Desde ese lugar, contempla el horror del fascismo. Allí, en ese mismo estadio que lo aclamó en una noche del año 69 cuando gana el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, con su Plegaria de un labrador:

Levántate
Y mírate las manos

Para crecer, estréchala a tu hermano
Junto iremos unidos en la sangre
Hoy es el tiempo que puede ser mañana.
Juntos iremos unidos en la sangre
Ahora y en la horade nuestra muerte,
amen.

Allí es obligado a permanecer la noche del miércoles 12 y parte del jueves 13, sin ingerir alimento alguno, ni siquiera agua. Víctor tiene varias costillas rotas, uno de sus ojos casi reventado, su cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo su cuerpo. Y estando allí, es exhibido como trofeo por el oficial superior y por El príncipe ante las delegaciones de oficiales de las otras ramas castrenses y cada uno de ellos hace escarnio del cantor.
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La tarde del jueves se produce un revuelo en el estadio. Llegan buses de la población La Legua. Se habla de enfrentamiento. Y bajan de los buses muchos presos, heridos y también muchos muertos. A raíz de este revuelo, se olvidan un poco de Víctor. Los soldados fueron requeridos a la entrada del estadio.
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Entonces, aprovechamos para arrastrar a Víctor hasta las graderías. Le damos agua. Le limpiamos el rostro. Eludiendo la vigilancia de los reflectores y las "punto 50", nos damos a la tarea de cambiar un poco el aspecto de Víctor. Queremos disfrazar su estampa conocida. Que pase a ser uno más entre los miles. Un viejo carpintero de la UTE le regala su chaquetón azul para cubrir su camisa campesina. Con un cortauñas le cortamos un poco su pelo ensortijado. Y cuando nos ordenan confeccionar listas de los presos para el traslado al Estadio Nacional, también disfrazamos su nombre y le inscribimos con su nombre completo: Víctor Lidio Jara Martínez. Pensábamos, con angustia, que si llegábamos con Víctor al Nacional, y escapábamos de la bestialidad fascista del "Chile", podríamos, tal vez, salvar su vida.
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Un estudiante nuestro ubica a un soldado conocido, le pide algo de alimento para Víctor. El soldado se excusa, dice que no tiene, pero más tarde aparece con un huevo crudo, lo único que pudo conseguir y Víctor toma el huevo y lo perfora con un fósforo en los dos extremos y comienza a chuparlo y nos dice, recuperando un tanto su risa y su alegría, "en mi tierra de Lonquén así aprendí a comer los huevos". Y duerme con nosotros la noche del jueves, entre el calor de sus compañeros de infortunio y, entonces, le preguntamos que haría él, un cantor popular, un artista comprometido, un militante revolucionario, ahora en dictadura y su rostro se ensombrece previendo, quizás, la muerte. Hace recuerdos de su compañera, Joan, de Amanda y Manuela, sus hijas y del presidente Allende, muerto en La Moneda, de su amado pueblo, de su partido, de nuestro rector y de sus compañeros artistas. Su humanidad se desborda aquella fría noche de septiembre.
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El viernes 14 estamos listos para partir al Nacional. Los fascistas parecen haberse olvidado de Víctor. Nos hacen formar para subir a unos buses, manos en alto y saltando. Y las bayonetas clavándonos. En el último minuto, una balacera nos vuelve a las graderías.

Fatídico 15-IX-73
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Y llegamos al fatídico sábado 15 de septiembre de 1973. Cerca del mediodía tenemos noticias que saldrán en libertad algunos compañeros de la UTE. Frenéticos empezamos a escribirles a nuestras esposas, a nuestras madres, diciéndoles solamente que estábamos vivos. Víctor sentado entre nosotros me pide lápiz y papel. Yo le alcanzo esta libreta, cuyas tapas aún conservo.

Y Víctor comienza a escribir, pensamos en una carta a Joan su compañera. Y escribe, escribe, con el apremio del presentimiento. De improviso, dos soldados lo toman y lo arrastran violentamente hasta un sector alto del estadio, donde se ubica un palco, gradería norte. El oficial llamado El príncipe tenía visitas, oficiales de la Marina. Y desde lejos vemos como uno de ellos comienza a insultar a Víctor, le grita histérico y le da golpes de puño. La tranquilidad que emana de los ojos de Víctor descompone a sus cancerberos. Los soldados reciben orden de golpearlo y comienzan con furia a descargar las culatas de sus fusiles en el cuerpo de Víctor. Dos veces alcanza a levantarse Víctor, herido, ensangrentado. Luego no vuelve a levantarse. Es la última vez que vemos con vida a nuestro querido trovador. Sus ojos se posan por última vez, sobre sus hermanos, su pueblo mancillado.
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Aquella noche nos trasladan al Estadio Nacional y al salir al foyer del Estadio Chile vemos un espectáculo dantesco. Treinta o cuarenta cuerpos sin vida están botados allí y entre ellos, junto a Litre Quiroga, director de Prisiones del Gobierno Popular, también asesinado, el cuerpo inerte y el pecho perforado a balazos de nuestro querido Víctor Jara. 42 balas. La brutalidad fascista había concluido su criminal faena. Era la noche del sábado 15 de septiembre. Al día siguiente su cadáver ensangrentado, junto a otros, sería arrojado cerca del Cementerio Metropolitano.
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Esa noche, entre golpes y culatazos ingresamos prisioneros al Estadio Nacional. Y nuestras lágrimas de hombres quedaron en reguero, recordando tu canto y tu voz, amado Víctor, Víctor del pueblo:
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Yo no canto por cantar
Ni por tener buena voz
Canto porque la guitarra
Tiene sentido y razón.
Que no es guitarra de ricos
Ni cosa que se parezca
Mi canto es de los andamios
Para alcanzar las estrellas
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Esa misma noche, ya en el Nacional, lleno de prisioneros, al buscar una hoja para escribir, me encontré en mi libreta, no con una carta, sino con los últimos versos de Víctor, que escribió unas horas antes de morir y que el mismo tituló Estadio Chile, conteniendo todo el horror y el espanto de aquellas horas. Inmediatamente acordamos guardar este poema. Un zapatero abrió la suela de mi zapato y allí escondimos las dos hojas del poema.
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Antes, yo hice dos copias de él, y junto al ex senador Ernesto Araneda, también preso, se las entregamos a un estudiante y a un médico que saldrían en libertad.
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Sin embargo, el joven es revisado por los militares en la puerta de salida y le descubren los versos de Víctor. Lo regresan y bajo tortura obtienen el origen del poema. Llegan a mí y me llevan al Velódromo, transformado en recinto de torturas e interrogatorios.
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Me entregan a la FACh y tan pronto me arrojan de un culatazo a la pieza de tortura, el oficial me ordena sacarme el zapato donde oculto los versos. "¡Ese zapato, cabrón!". Grita furibundo. Su brutalidad se me viene encima. Golpea el zapato hasta hacer salir las hojas escritas. Mi suerte estaba echada. Y comienzan las torturas, patadas, culatazos y la corriente horadando las entrañas, torturas destinadas a saber si existían más copias del poema. Y ¿por qué a los fascistas les interesaba el poema? Porque a cinco días del golpe fascista en Chile, el mundo entero, estremecido, alzaba su voz levantando las figuras y los nombres señeros de Salvador Allende y Víctor Jara y, en consecuencia, sus versos de denuncia, escritos antes del asesinato, había que sepultarlos.
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Pero quedaba otra copia con los versos de Víctor, que esa noche debía salir del estadio.
Entonces, se trataba de aguantar el dolor de la tortura. De la sangre. Yo sabía que cada minuto que soportara las flagelaciones en mi cuerpo, era el tiempo necesario para que el poema de Víctor atravesara las barreras del fascismo. Y, con orgullo debo decir que los torturadores no lograron lo que querían. Y una de las copias atravesó las alambradas y voló a la libertad y aquí están algunos versos de Víctor, de su último poema,

Estadio Chile:
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Somos cinco mil
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
¡Cuanta humanidad,
hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
Somos diez mil manos menos que no producen
¿Cuántos somos en toda la Patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
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Estos versos recorrieron todo el planeta. Y las canciones de Víctor, de amor y rebeldía, de denuncia y compromiso, siguen conquistando a los jóvenes de todos los rincones de la Tierra.
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El oficial fascista que ordenó acribillarlo debió quedar contento con su crimen, pensando que había silenciado la voz del cantor, sin saber que hay poetas y cantores como Víctor Jara que no mueren, que mueren para vivir, y que su voz y su canto seguirán vivos para siempre en el corazón de los pueblos.
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* Boris Navia Pérez es Abogado, casado y tiene tres hijos. Preside el Club de Amigos de Radio Nuevo Mundo y ejerce su profesión, asesora a la Confederación Campesina Ranquil, a exonerados políticos y otros gremios.

martes, setiembre 12, 2006

Un mundo sin violencia es posible.

La gente está diciendo en todas partes que la guerra es un desastre.
!Demosle una oportunidad a la Paz!
Para evitar la catástrofe atómica futura debemos trabajar superando la violencia hoy.
Retirar las tropas invasoras, devolver los territorios ocupados, desmanterlar los arsenales.
Estas son las urgencias del momento.
Esta es la causa de las mujeres y hombres valientes.

Silo.

lunes, setiembre 11, 2006

A 33 años del peor atentado terorista a la democracia latinoamericana

Homenaje a la democracia latinoamericana
Transcribimos el último discurso del Presidente Constitucional de Chile, Salvador Allende Gossens, el cual fue transmitido en directo horas antes de ser asesinado por el gobierno usurpador y genocida del General Augusto Pinochet.
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9:10 A.M.
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"Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes.
La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación.
Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados deChile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado Comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de Carabineros.
Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar!
Colocado en un tránsitohistórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales dela Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos. Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse.
Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición."
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Aproximadamente a las 2 de la tarde las Fuerzas Armadas chilenas logran ocupar la planta alta de la Casa de la Moneda. Aquí, el Presidente Allende, que aguardaba con una carabina al hombro, fue herido en el estómago. Apoyado en su sillón, continúa disparando contra los militares que habían irrumpido en Palacio de Gobierno. Aquí recibe finalmente un último impacto que lo derriba y, ya moribundo, es acribillado a balazos.
Al ver caer al Presidente, miembros de su guardia personal contraatacan enérgicamente y rechazan nuevamente a los agresores hasta llevarlos a la planta principal.
Es en este momento de la batalla, que se produce un gesto de insólita dignidad: tomando el cuerpo inerte del Presidente Allende, lo conducen hasta su gabinete, lo sientan en la silla presidencial, le colocan su banda de Presidente y lo envuelven en una bandera chilena.
Aún después de muerto su heroico Presidente, los inmortales defensores de Palacio resistieron durante dos horas más las atroces acometidas de las fuerzas militares. Sólo a las cuatro de la tarde, ardiendo ya durante varias horas el Palacio Presidencial, se apagó la última resistencia.
Así se cierra un capítulo más en la democracia chilena. La alta oficialidad de derecha de los cuatro cuerpos armados se habían levantado contra el gobierno constitucional y democrático de la Unidad Popular y sólo cuarenta hombres resistieron durante siete horas el grueso de la artillería, los tanques, el bombardeo aéreo y la infantería.
El gobierno militar ha tratado de ocultar al pueblo de Chile y al mundo este comportamiento estraordinariamente heróico del Presidente Allende. Para ello han tratado de enfatizar la versión del suicidio. Pero incluso si el Presidente Allende, herido grave, para no caer prisionero del enemigo, hubiese disparado contra sí mismo, es no hubiera sido un demérito, sino que constituiría un gesto de extraordinario valor.
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Un video para recordar

viernes, setiembre 08, 2006

La inversión minera ¿responsable o abusiva?

El Estado y la empresa privada aún no comprenden que las tierras de Cajamarca son, para el poblador campesino, mucho más que simples hectáreas que poseen oro, mucho más que un simple bien o un título de propiedad.

El actual gobierno, débil ante la inversión privada internacional, debido a su posición contraria de revisión de los "contrato Ley" suscritos por el país durante el gobierno de Alberto Fujimori, no cuenta con la capacidad para resolver conflictos como el de Cajamarca. Mucho menos, tiene el poder para representar debidamente los intereses de dichos pueblos. En muchos casos, no sólo no cuenta con dicha capacidad, sino que simplemente, no está en su agenda representar tales intereses.

El Estado, lejos de cumplir su función de facilitador de un diálogo entre la empresa minera y el pueblo (que hoy se hace más que necesario), se ha convertido tristemente en un "colaborador" (casi socio) de la empresa. Ha dejado de ser “servidor público” para convertirse en “servidor privado”.

Con todo ello no quiero expresar que exista por mi parte una posición contraria a la inversión privada ni señalar que la inversión minera sea, en sí misma, mala y dañina para un pueblo. La inversión privada es buena cuando ella se realiza en bien de la población, cuando existe un Estado que ejerce su autoridad regulándola, imponiendo condiciones fijas e igualitarias a la empresa en materia ambiental, cuando protege a la población que de alguna forma se ve afectada por el trabajo de la empresa minera, cuando es transparente y exige transparencia de la empresa (caso del canon minero, presupuesto participativo, las regalías, etc).

Se dice mucho que la empresa minera trae consigo desarrollo a los pueblos, y que por ello habría que agradecerles el que se hayan dignado a invertir en nuestras tierras. Bueno, la verdad es que son las empresas mineras las que más ganan y por ende, deberían ser ellas las que estén más agradecidas con los pueblos de donde extraen sus utilidades.

Pero no es así. Quizá sea fácil opinar en favor de empresas como Yanacocha cuando no se conocen hechos como el de Choropampa (donde se contaminó a todo un pueblo con mercurio), cuando no se ha visitado al pueblo "fantasma" de Hualgayoc, cuando no se ha atravesado la ruta hacia La Zanja en Santa Cruz, cuando no se ha visitado Chugur, cuando una comunidad como El Tingo pareciese no existir en el mapa. Allí hubo minas y hoy tan sólo existe olvido y miseria. De recuerdo están las cuevas y grandes hoyos abiertos en sus cerros, los lagos de color amarillo ocre, donde antes los pobladores dicen que habitaban muchas truchas y que hoy tan sólo hay piedras con colores extraños, de recuerdo están sus tierras áridas, desnudas y ausentes de toda vida. Y si se analizan las cifras de pobreza y educación, quién en su sano juicio podría ser tan falso de decir que hoy Cajamarca tiene menos pobres, quién podría decir que hoy Cajamarca tiene más educación. Sólo lo podría hacer un funcionario ciego del sector minero o algún "político", devolviendo el favor y, claro, el auspicio , pero nadie con algo de información les creería.

Los problemas sociales y de conflictos que hoy atraviesan las empresas mineras no son sino consecuencia de sus propias decisiones, de su negativa a dialogar francamente. Las empresas siempre han menospreciado al campesino, los tratan de ignorantes, sucios, borrachos, locos. Nunca respetaron su hábitat ni la autoridad campesina emanada de sus costumbres. Para ellos, el diálogo era con los "señores" Congresistas, con los alcaldes, con "autoridades" formales, pero no con las Rondas. Ellos pensaban que comprando a "líderes" compraban la voluntad de un pueblo, acallaban sus voces.

El gran problema radica en que el Estado (comprendido como gobierno y clase dirigencial) y la empresa privada no logran (y muchas veces no quiere) entender el mundo campesino. Ambos hablan dos idiomas distintos.

Y es que para entender ambos mundos hay que saber en qué se diferencian

En el mundo campesino, su entorno se desenvuelve en el de las relaciones humanas comunitarias. En el del empresario, el entorno se da en un nivel personal, dentro de las relaciones comerciales. En el mundo campesino, son características comunes la ayuda, el cooperativismo, la solidaridad. Para el mundo empresarial, las características que rigen su vida son el individualismo, el afán de lucro, la competencia, el mercado. Y es que el mundo campesino se mueve mayormente en el contexto de lo informal (la palabra, la confianza), mientras que en el del empresario, éste se mueve dentro de la formalidad (el contrato, la desconfianza). Los primeros se desarrollan en un mundo de las emociones, de las costumbres, de la historia y la cultura. Los segundos, se desarrollan en base a normas legales, coyuntura económica y política, es decir, el pragmatismo.

Para el campesino, es de suma importancia la legitimidad y no tanto la legalidad. Para el empresario lo legal lo es todo, no interesa si su "derecho" o su "aspiración" son legítimos. Por ello, para el campesino la confianza se da entera pero por una sola vez, si es defraudada no vuelve a darse jamás. Para el empresario, la confianza no es un elemento esencial en su mundo, sino son los intereses económicos los que priman.

Finalmente, como ya lo había expresado, para el campesino, su relación con la naturaleza y con su medio ambiente es una relación familiar, en el que se involucran sentimientos y emociones muy fuertes. Para el empresario, la relación con el medio ambiente y el entorno es simplemente de provecho, la visión que se tiene es de utilidad, un material meramente transformable.

Para el Empresario, la tierra y los recursos naturales son un bien, un título, algo que puede comprarse y venderse. Para el mundo campesino, la tierra y los recursos son parte de su familia, es su vida, es su sustento. Para el empresario el agua es un elemento más en todo el proceso para la obtención del oro. Para el campesino, el agua es sinónimo de vida, es lo que beberán sus vacas, su ganado, su familia, su siembra. Para el empresario el mercurio es un elemento que lo acerca más a ser más rico; para el campesino significa la muerte.

Los últimos acontecimientos ocurridos en Cajamarca, las protestas de los campesinos ante Yanacocha, han originado que una serie de autoridades, medios de "información" y representantes de las empresas mineras, en el mejor de los casos mal informados y en el peor de ellos tendenciosamente, acusen directa o indirectamente a las ONGs ambientalistas y a líderes sociales por financiar y/o apoyar acciones activistas en contra de la minería en el Perú. Pero ello no es real ni mucho menos cierto. Estos grupos y líderes no se oponen a la inversión de la minería responsable en el Perú y por el contrario lo considera un potencial muy importante para el crecimiento económico del país. Un ejemplo claro es la organización internacional Oxfam, quien viene apoyando la Mesa de Diálogo de Tintaya en Espinar- Cusco, donde están sentados hace ya más de un año los representantes de la empresa BHP Billiton y las comunidades de la zona. Eso no lo mencionan los ataques porque lo que ellos buscan es un debate chato y parcializado. Esta mesa de dialogo ha resuelto pacíficamente temores de la comunidad y está trabajando en un fondo de desarrollo para las comunidades donde ellas participen activamente. Si son anti-mineros ¿por qué invierten en estas experiencias?

En el caso de Cajamarca, si leen los periódicos internacionales, Newmont, dueña del proyecto Yanacocha (a pesar de un discurso de minería responsable muy bien construido), tiene en este momento acusaciones en los cinco continentes, y una muy seria en Indonesia en donde el gobierno decretó el cierre de la mina. Como ven, la teoría de la conspiración no puede dar para tanto.
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Presidente de la CEDDH - Perú