jueves, setiembre 08, 2005

Rondas Campesinas ¿protagonistas o extras en el conflicto minero?


Posiblemente las Rondas Campesinas no cuenten aún con la anuencia de muchos funcionarios del Estado ni mucho menos de la empresa privada en el país. Lo que sí es un hecho es que al margen de ello, las Rondas se han convertido en la actualidad en el principal actor del conflicto por la defensa del medio ambiente, especialmente en aquellas regiones que se ven afectadas directamente por la explotación minera.
Pero habría que aclarar que, ser el principal actor no quiere decir necesariamente serlo sólo por el número de campesinos que las Rondas agrupan, ni por el efecto político y social que implica alguna acción de lucha que estos emprendan, sino se debe a las reivindicaciones sociales, económicas y culturales que traen consigo como bandera.
Y hay que tener también en cuenta que se parte de un error cuando se ve al campesino agrupado en la Ronda como un actor que profundiza el conflicto. La Ronda Campesina es un actor relevante en el conflicto, es cierto, pero más cierto es que su presencia no debe ser vista como problema, sino debe de tratarse de ver como una posibilidad de solución. Convertir a este actor en un enlace válido con la población, suponerlo el principal medio por el cual el conflicto pueda solucionarse es dar el primer paso.
Pero, ¿qué son las Rondas? ¿quiénes las componen y qué buscan?
Las Rondas Campesinas son la expresión de la organización comunal que los campesinos desarrollaron por iniciativa propia, en un primer momento como una forma de defensa ante la presencia de abigeos y ladrones y ante la falta de presencia del Estado en las zonas más alejadas de la región Cajamarca. En la actualidad, su ámbito de acción va más allá de la sola búsqueda de seguridad en el área rural, sino que también representan un espacio para lograr conseguir el desarrollo en sus zonas, sirven como ente de supervisión y fiscalización a autoridades y funcionarios del Estado y como una forma de expresión comunal en la defensa de su medio ambiente.
Las Rondas Campesinas nacieron el 29 de diciembre de 1976, en el Centro Poblado Menor de Cuyumalca, provincia de Chota, departamento de Cajamarca. Básicamente el elemento que motivó su creación fue el abuso constante del que eran objeto los campesinos de dicha zona por parte de abigeos, sin que el Estado se hiciese presente ni hiciera nada por impedirlo.
Es a partir de entonces que los campesinos se organizan para enfrentar dichos problemas, que al ir siendo resueltos, motivaron la creación de otros grupos de Rondas. Y dicho ejemplo se difundió por toda la región, principalmente por las provincias de Chota, Cutervo, Bambamarca y Cajamarca.
Durante la etapa de guerra interna que vivió el país, organizaciones subversivas como Sendero Luminoso y el MRTA se vieron impedidas de penetrar en aquellos lugares donde las Rondas Campesinas estaban organizadas. Por ello, la presencia de Sendero Luminoso sólo alcanzó ciertas partes de las provincias de Santa Cruz y Cajabamba, lugares donde la ronda llegó sólo años después.
Con el tiempo, las Rondas fueron adquiriendo mucha legitimidad en sus zonas, puesto que los índices de presencia de abigeos se redujo considerablemente. Asimismo, las Rondas empezaron a incursionar como “autoridades” que resolvían problemas de tierras y hasta familiares. Ello los fortaleció aún más.
Luego de más de 27 años de presencia constante en Cajamarca y en departamentos como Piura, Puno, Ancash, San Martin, entre otros, la Rondas crecieron tanto en número como en funciones. El Estado entonces no tuvo más salida que reconocerlas y se dio la Ley 27908, Ley de Rondas Campesinas, por medio de la cual su nivel de autoridades legítimas pasó a tener un nivel también legal. En dicha norma, el Estado reconoce el derecho de las Rondas a controlar y fiscalizar los programas y proyectos de desarrollo que se implementen en su comunidad. También les reconocen el derecho de ser interlocutores válidos con el Estado y con entidades privadas. Luego vendría el DS 025-2003-JUS, mediante el cual se reconoce como función de la Ronda el contribuir a la preservación del medio ambiente.
Cabe indicar que además, el Estado reconoce que los derechos de los pueblos indígenas y nativos se aplican a las Rondas Campesinas en lo que les corresponda y favorezca.
Todo lo antes expuesto sólo reafirma el nivel de legitimidad e importancia que ha adquirido una organización comunal como la Ronda Campesina a lo largo de estos años. Sin embargo, ello no ha ido de la mano con una actitud del Estado ni de la empresa privada en admitirlos como interlocutores válidos en la mesa en donde se decidirán los destinos de la población. Y en los pocos casos en los que se ha incluido a la Ronda como interlocutor, no se le ha tomado en serio sus propuestas y sólo ha sido invitada a suscribir acuerdos ya tomados en “niveles” más altos. Pero en la gran mayoría de casos, tanto la empresa privada como el Estado han tratado de hacerlos a un lado, aduciendo que dichas organizaciones son sectores menores de la población, manipulados por ciertos grupos político partidarios, que no cuentan con el nivel cultural necesario para discutir temas de relevancia para la región, etc.
Y si es que se le sigue viendo al campesino, puesto que hablar de la Ronda es hablar sencillamente de cada uno de los campesinos que la integran, como un actor de menor importancia, al cual no se le puede ni debe de escuchar, el camino del conflicto se alarga y se fortalece.
El campesino rondero es principalmente agricultor y ganadero. Ambas actividades productivas requieren de dos elementos para subsistir como son: agua y tierra. La empresa minera requiere de los mismos elementos para cumplir su función. Es decir, ambos, campesino y empresario minero, se disputan los mismos recursos para diferentes propósitos. Si hoy no se toma en cuenta a uno de estos actores, si se le sigue viendo a las Rondas Campesinas como organizaciones menores, sin capacidad mayor que el de protestar, si no se le incluye ni se le escucha, si sólo se le ve como un actor que inició el conflicto y no se transforma esa visión para comenzarlos a ver como un medio de solución, el problema no tendrá más posibilidades que ir creciendo, hasta que alguno de ellos logre escuchar al otro o muera en el intento.
Dimitri Senmache Artola
CEDDH -Perú

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