jueves, setiembre 22, 2005

Credo quia absurdum

Escrito por:
Carlos Bejarano
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Fe, decía el jesuita Anthony de Mello, es entrar a un restaurante de lujo sin un céntimo y encargar una docena de ostras con la esperanza de hallar una perla con la cual pagar la cuenta. Tertuliano definía la fe como un sentimiento que va más allá de la razón, un espacio donde se cree sin necesidad de entender. Una frase refrendaba su idea: Credo Quia Absurdum: creo porque es absurdo.
La fe es la base de la existencia humana y también la base de la religión. Cuando el hombre no encuentra respuestas a sus incertidumbres surge la religión para absolver todas las interrogantes. Que esas respuestas se hallen en las antípodas de la razón importa poco, lo imperativo es encontrar un bálsamo para sus dudas.
Aunque esa fe permitió al hombre trascender sus estrechos límites y relacionarse con lo divino, en no pocas ocasiones esa fe también lo llevó a adherirse a grupos que en lugar de enseñarle el camino al cielo, terminaron por depositarlo en el territorio del ridículo.
Uno de esos grupos fueron los Venustiani. Su singular doctrina se basaba en la creencia de que Dios y Satán compartían la responsabilidad de la creación del hombre. Según ellos Dios nos había creado de la cintura para arriba y el diablo de la cintura para abajo, por lo tanto lo que ocurría del ombligo para el suelo era responsabilidad demoníaca. Demás está decir que los Venustiani realizaban monumentales orgías que casi siempre terminaban en crímenes.
Los Lothardi concebían un dogma de fe más particular aún. Afirmaban que los hombres estaban obligados a llevar una vida moral sólo mientras estuvieran al nivel del suelo pero a una profundidad de tres elles, (un elle equivale a siete décimos de yarda y una yarda 91 cm. aprox.) las normas morales perdían validez. Esta era la justificación para que los Lothardi celebraran imaginativas orgías sexuales. Una vez en la superficie estos fanáticos eran ciudadanos comunes y corrientes y en algunos casos hasta ilustres.
Aunque estos grupos operaron en toda Europa, la zona oriental fue el terreno más fértil para su surgimiento.Durante varios años operaron en Rusia los Chileniki. Su líder el campesino Taxas Maxim, afirmaba que Dios le había comunicado que el pecado era el primer paso en el camino hacia la salvación. "Más peco más cerca me encuentro del cielo" pudo haber sido el slogan de este original grupo que contó con miles de seguidores.
Los Purificantes nacieron en Siberia y tuvieron influencias hasta Finlandia y el sur de Rusia. Consideraban que como el pecado había llegado al mundo a través de Eva, sus hijas eran el camino para obtener la salvación, en otras palabras: para lograr el cielo había que cometer todos los excesos posibles con las mujeres. Los Purificantes desarrollaron conductas masoquistas que casi siempre terminaban en muerte. Entre sus seguidores más entusiastas se encontraba Sacher Masoch.
Los Adamitas también elaboraron una doctrina que mezclaba sexo y religión. El requisito básico para ingresar al grupo era asistir desnudo a escuchar misa. Justificaban esta actitud aduciendo que la virtud era real cuando la tentación estaba cerca y podía superarse. Sin embargo el dogma era teórico pues sus misas terminaban en orgías descomunales.
El universo de excesos tiene propuestas para todos los gustos, desde los Rusos Errantes, que aseguraban que el mundo estaba en manos del demonio por lo tanto no valía la pena evitar el pecado, hasta los Euquitas, que celebraban orgías y mataban y bebían la sangre de los niños engendrados, la oferta es bastante amplía.
Pero quienes se encuentran en la cima del delirio son los Skopsi.Este grupo estaba liderado por Akulina Ivanovna quien se hacía llamar la " madre de Dios " y por Blochin llamado por sus seguidores "Cristo". Este último era un vago que de joven se castró pensando que de esta manera escapaba a las tentaciones de la carne y se purificaba. La doctrina de los Skopsi consistía precisamente en encontrar la salvación por medio de la castración. Como al comienzo no encontraban adeptos, no era raro verlos por las calles de Moscú en busca de parroquianos que purificar, léase castrar. Se estima que en su mejor año de cosecha llegaron a castrar 690 hombres.
Los Skopsi nacieron en 1772 y aunque incorporaron a su secta a varios castrados a los pocos años estuvieron a punto de desaparecer. Lograron superar este difícil momento gracias a las reformas realizadas por Kondrati Selivanon, apodado "Cristo Pedro III" que permitió la adhesión virtual al grupo, es decir que las castraciones se podían realizar simbólicamente.
Hace diez mil años el hombre de Neanderthal enterraba a sus muertos junto al fuego con la esperanza de que se calentaran y volvieran a la vida. Fue quizá en ese momento que comenzó a desarrollarse una cultura exclusiva para lo espiritual. Desde entonces, ya homo sapiens, no se ha detenido y aunque en ese trayecto la estupidez lo alejó muchas veces del cielo, parece no haber perdido la esperanza de comprobar su origen divino.

3 Comentarios:

A la/s 6:43 p. m., Blogger Daniel Salas dijo...

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A la/s 6:45 p. m., Blogger Daniel Salas dijo...

Estoy totalmente en desacuerdo con el enfoque de esta nota. El autor pretende burlarse de una búsqueda naturalmente humana que no tiene nada de ridícula. Hay que ir más allá de lo anecdótico y tratar de comprender por qué la gente decide realizar ciertas prácticas y no reírse de ellas con el discutible argumento de que "van más allá de la razón". Yo me pregunto si podemos encontrar ridículas prácticas religiosas como el Taqi Onqoy, el culto a los cerros o las procesiones y las fiestas de santos. Encuentro en estas manifestaciones una muestra de la grandeza humana. Por otro lado, la lucha contra la muerte no tiene nada de irracional. Es un acto que funda el arte y la idea de trascendencia o, como diría el poeta Westphalen, un aco de "abolición de la muerte" que, no por ser simbólico, deja de tener sentido.
Lamentablemente, estamos reproduciendo, sin quererlo tal vez, prejuicios discriminatorios, según los cuales quienes piensan diferente de nosotros "carecen de razón" o son peronas ridículas. Por el contrario, pienso hay que eliminar este prejuicio y buscar comprender antes que condenar y esto sí es una forma de sostener la democracia y la solidaridad.

 
A la/s 7:04 p. m., Blogger Carlos M. Sotomayor dijo...

Coincido con Daniel Salas. Sólo mediante la tolerancia y el respeto por "el otro" se puede construir una democracia.

 

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